Por Juan Pablo Pugliese


Con el protagónico de Kevin
Spacey y la producción del célebre director David Fincher, House of Cards se
erige como una de las mejores series políticas de los últimos tiempos.
Antes de adentrarnos en la serie
debemos bucear en sus orígenes que, como muchas veces, se encuentran del otro
lado del océano. House of Cards es la
adaptación de una serie inglesa basada en el libro escrito en 1989 por el
político británico Michael Dobbs, quien luego publicaría dos partes más para
conformar así una trilogía. Esta obra derivaría en una trilogía de miniseries,
conformadas por cuatro episodios cada una: la segunda se llamó To Play the
King (1993) y la tercera The Final Cut (1995). Actualmente Dobbs permanece en
la función pública en las filas del partido conservador además de ser ya un
reconocido escritor de best-sellers.
Traspolada a EE.UU, House of
Cards es la primera producción original de Netflix, una plataforma que permite
ver contenidos en streaming. La
primera temporada (de 13 capítulos) trajo aparejada la novedad del estreno de
todos los capítulos a la vez. De este modo, el televidente podía elegir el
momento en que quería ver los capítulos y no esperar un determinado día de la semana.
Mientras el equipo de producción se prepara para trabajar en el segundo ciclo,
la crítica especializada de ese país se pregunta si un proyecto pensado para
internet sería nominado a premios destinados para la televisión como el Emmy o
el Globo de Oro.
Al igual que la producción
británica, la versión estadounidense centra la atención en un político de
carrera que, luego de no recibir el puesto que le habían prometido en la nueva
administración del país, se encargará de derribar a sus antiguos aliados y
avanzar en su carrera sin importar los métodos.
Así, el congresista Francis
Underwood contará con la ayuda de su esposa, interpretada por Robin Wright, y de una
periodista (Kate Mara) que a cambio de primicias lo ayudará en sus
manipulaciones a través de lo que escribe.
Asimismo es importante destacar
que, además de la producción de Kevin Spacey, la producción original de Netflix
cuenta con otro productor de lujo: David Fincher (Pecados Capitales, El Club de
la Pelea) quien además dirigió los dos primeros capítulos. Otro director de
Hollywood que también participó fue Joel Schumacher (8 mm, El Fantasma de la
Ópera) quién dirigió los capítulos cinco y seis.
El personaje que interpreta Kevin
Spacey simplemente está hecho a su medida y apunta a que el actor se luzca en
cada una de las escenas. Este congresista demócrata mira e interpela al
espectador cada vez que manipula o amenaza a la gente que tiene a su alrededor
para conseguir lo que quiere. Se diría que nadie le hace sombra, excepto Robin
Wright que en determinadas ocasiones es igual o tan ambiciosa como él y sabe
manipular a la gente con la misma habilidad que su marido.
El espectador descubrirá que, lo que al principio parecía ser una relación por conveniencia con una esposa destinada a ser un bonito adorno en los planes de Frank, se terminará por derrumbar con cada uno de los capítulos para darnos cuenta que ella es una pieza fundamental en los planes que va tejiendo.
El espectador descubrirá que, lo que al principio parecía ser una relación por conveniencia con una esposa destinada a ser un bonito adorno en los planes de Frank, se terminará por derrumbar con cada uno de los capítulos para darnos cuenta que ella es una pieza fundamental en los planes que va tejiendo.
En fin, House of Cards es un gran
drama político que irá ganando adeptos con el paso del tiempo. Con algunos
puntos de contacto con Boss, la serie protagonizada por Kelsey Grammer en la
que interpretaba al alcalde de Chicago y que contó con sólo dos temporadas, esta
serie es todavía más oscura y promete una segunda temporada en la que habrá más
Frank Underwood para deleitarse.
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