lunes, 22 de abril de 2013

Apreciaciones sobre este Bafici que se fue

Como buena [S]inéfila y aun como aprendiz del cine llamado independiente, tanto nacional como internacional, todos los años religiosamente acudo (sola o con amigos) al Buenos Aires Festival de Cine Independiente (BAFICI).

Este año tuve el honor de ser seleccionada para cubrirlo como periodista y la realidad es que fue una de las experiencias más reconfortantes e importantes de mi vida y mi carrera. Estoy por demás agradecida. 

Pero en torno al BAFICI en sí, festival que -insisto- cualquier [s]inéfilo debería aprovechar, suceden un montón de otras cosas que sólo por el conocimiento de años de asistir me pude dar cuenta de que habían cambiado. 

Un ejemplo de ello (el más evidente de todos) es que el BAFICI está cada vez menos independiente. ¿No era un evento en el cual se le daba un espacio a otro tipo de cine?. Este año me encontré con muy buenas propuestas para ver, pero también con una mayor cantidad de opciones comerciales.

Este caso se corresponde con la película "estrella" que dio apertura al festival el miércoles 10 de abril a las 19.30hs. en el Anfiteatro de Parque Centenario; se trata de No (2013), del chileno Pablo Larraín. Si bien siempre hubo muchas películas que luego de pasar por el BAFICI tuvieron la suerte de terminar en el circuito comercial, creo que el concepto general del festival se va desdibujando cada vez más. 

Por otro lado, también se proyectan películas de John Carpenter, Martin Scorsese y Adolfo Aristarain  en las secciones más retro. A estos directores los podemos encontrar tranquilamente en los video clubs, en internet, en librerías cercanas o en ciclos especiales en varios puntos de la ciudad. 

Otro es el caso de Lazos perversos, del director coreano Park Chan-wook, que se estrenó el jueves pasado en todos los cines; sin mencionar los tres cortos de Pablo Trapero, cineasta que antes era más alternativo y que repuntó justamente por estrenar su ópera prima Mundo grúa (1999) en la primera edición del BAFICI, la cual también tuvo su lugar este año. 

En cuanto al público, es realmente admirable que cada vez más gente se interese en mirar otro tipo de cine, que está por fuera de la gran variedad de películas que se estrenan por año en las salas. En esta edición me encontré con personas que son más afines a lo comercial y se hicieron un tiempo para ver otras cosas. Punto a favor. 

Un aspecto que no fue positivo esta vez fue el cambio de sede. Siendo el punto central originariamente en el shopping Abasto (en los cines Hoyts), se optó ahora por los Village de Recoleta, Caballito y el Arte Multiplex Belgrano- entre otros lugares- recientemente re abierto al público. 

Lo cierto es que el Village Recoleta (un poco más chico que el Abasto) supo adaptarse más o menos bien a este BAFICI, mientras que en el de Caballito y Belgrano las colas eran interminables y se juntaban unas con otras, desembocando en un caos de gente que se quejaba y prometía no volver nunca más al festival. Un símbolo de evidente desorganización. 

A esto podemos agregarle que los chicos contratados para trabajar en el evento- aquellos que estaban para ordenar, informar y organizar- sabían menos que los periodistas y la gente en general. Su tarea se limitaba a derivar automáticamente las preguntas y pedidos de información a la gente de prensa, que a su vez también se tomaba su tiempo para coordinar y resolver situaciones; en mi caso, notas y entrevistas. 

Al ser ésta la primera vez que asisto como periodista al festival, desconocía muchos aspectos como las acreditaciones, la reserva de entradas vía internet y la compra de tickets para funciones normales. En el instructivo que le otorgaban a cada cronista no figuran ni se aclaran muchas cuestiones específicas que uno tiene que inferir por sí solo, y así ocurren las equivocaciones y malos entendidos.  

Así fue que yo, una crítica y periodista primeriza en la cobertura de este festival, tuve que ir adivinando muchas cosas e ir preguntando todo el tiempo a mis colegas cómo se hacían las cosas. De esta manera me fui adaptando a esta nueva experiencia de cubrir un evento de este tipo sin la información necesaria. 

En medio del ritmo ajetreado de trabajo y algunas quejas y rezongos propios de (reitero) una mala organización que no detecté años anteriores, el hecho de formar parte de un equipo de trabajo que cubre dicho festival es algo que revolucionó mi rutina, le puso sal a mis días y agitó mi mente para estar aun más abierta a un cine que no todos ven, lo que se traduce en un interesante ejercicio artístico para cualquier aficionado al buen cine. 


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