miércoles, 23 de mayo de 2012

¿Qué sentís cuando me ves?. La experiencia cinematográfica del espectador


Siempre resulta bueno y extremadamente útil compartir vivencias y opiniones con los otros en un espacio propicio. ¿Y qué mejor especio que un curso de análisis de films que brinde cada semana los elementos y herramientas más enriquecedoras?
El jueves pasado, la biblioteca de usados abrió sus puertas para mostrar tres alternativas diferentes de ver el cine a través de cortometrajes, cada uno con una estética particular, claro. Estos cortos relatan cómo es la experiencia cinematográfica del espectador, estableciendo una suerte de complicidad con todo aquel que los mira, además de mostrar lo que cada uno ya sabe pero esconde en su más profundo inconciente. Al verlos, este sentimiento sale a la luz y entra en juego un debate más vivencial que otra cosa.
El más representativo es el primer corto, de Takeshi Kitano, que se remonta a lo más minimalista de los escenarios y de los actores (sólo dos son suficientes para contar esta historia). Se recalca, mediante simbolismos y metáforas, lo mejor de ir al cine, ese ritual o ceremonia para la que todo el mundo se prepara, a pesar de que una cinta (en este caso, un antiguo rollo de celuloide) se corte o queme, como en las viejas épocas. Lo que realmente importa aquí es aquel sentimiento que despierta en un hombre (tomado en contrapicado por delante de la luz del proyector; plano homenaje a “Cinema Paradiso” de Giuseppe Tornatore) la idea de ir al cine, un cine alejado de la ciudad, derruido, abandonado, decadente en donde el protagonista pasa la mayor parte de su día, sin importar que no haya podido ver entera la película que quería. Sólo estuvo allí, presente y testigo de lo que pasara frente a sus ojos, en aquella pantalla vieja, sea lo que fuera que esté viendo. En este caso, un guiño del director hacia mismo, quien se animó a incluir una de sus películas dentro de otra, dentro de este cortometraje simple, pero rico.
Acerca del cine”, el segundo corto del que lamentablemente no recuerdo su director, opta por la mirada de un nene de 5 o 6 años como elemento vital. Todo lo que ve representa esa “fiesta” y ovación hacia la colocación de una pantalla de tela en medio de una plaza pública y las sombras de las personas dibujadas en ella. Esto cautiva y atrae más al chico que la propia película proyectada después, momento en que el nene se queda profundamente dormido sobre su silla (por no decir “butaca”). El cine en la calle, el cine como festividad y la proyección de una película que es responsabilidad de los “hombres detrás de la tela” que resultan ser mucho más importantes que la cinta misma.
El tercer y último corto apunta a la mirada opuesta: el desinterés de algunos espectadores, no por ir al cine, sino aquel que aparece antes, durante y luego de una película. Eso explica porqué se muestra a dos personas enviándose mensajes entre sí a través de sus celulares, en plena función de la “Juana de Arco” de 1928, de Carl Theodor Dreyer como símbolo de la muerte de esa magia de ir al cine, de la previa de las proyecciones y de las sensaciones múltiples que causa ver una película. De nuevo aquí una película dentro de otra y una puesta en serie impecable, aunque inusual.

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